viernes, 25 de febrero de 2011

Alfonso Leng (por Andrés Sabella)

La Hermandad de la Costa levanta sus banderas negras para honrar a quien fuera,en Chile, el continuador de la gran tradición gloriosa de la vieja piratería de La Tortuga,la que ya en 1620 estableció las Leyes del Mar: el doctor Alfonso Leng. Leng, el Hermano Número 1, vino a ser, con Anselmo Hammer, el constructor de las primeras naos de esta cofradía de los 1 océanos ideales en que navegamos los Hermanos de la Costa, persiguiendo las costas doradas donde florece la fraternidad y la libertad es un cántico de hombres y no de sirenas.
En Alfonso Leng hay que distinguir tres cauces de grandeza, trinidad de sangre que, por parentesco de sueños y de ensueños, enaltece a sus Hermanos de las distintas bancadas de esta institución donde se aprende el valor de la palabra Hermano en su plenitud.
Hubo en él, en primer término, el hombre universitario-universal, el varón para quien la Universidad fue arca de sabiduría y de humanidad, varón que transmitió enseñanza y la multiplicó, siguiendo los dictados de Bello, que se reducen a Universidad en culto de Libertad.
Luego, leal a su consigna de universidad-universalidad, se entregó al cultivo de la Música y su talento creador, le llenó de melodías que alimentaron de belleza nuestras almas. Pensamos en sus "Doloras", con Anotaciones Líricas de Pedro Prado, donde el poeta habla de sus miradas de esperanza, las que Leng tendió a los horizontes y nos enseñó a manejar para sorprender, en lejanías y quimeras, el país de los países del amor universal.
En suma de altitudes, Leng logró resucitar la Hermandad de la Costa, aquí,en Chile, en 1951, adoctrinándonos en la gracia de la ola, en el rumor de las altas mareas y en la solidaridad de los hombres del océano. Fue su lección de mayores beneficios, porque los Hermanos de la Costa conformamos la Universidad de los Grandes Hermanazgos,
plantel en el que se enseña que el pan es más puro, si se comparte y el vino rojea en más hermosura, si se lo bebe en compañía de un igual en rango y en ternura humana.
En los mástiles de todas nuestras naos, las banderas vocean un nombre: ¡Leng, Leng, Leng ... ! Y la imagen del valeroso Hermano se nos aproxima en gaviotas para confortarnos en la inmensa aventura de serlo sin condiciones, con generoso impulso y vastedad de corazón.
Honra es, asimismo, de la Patria el que la Hermandad de la Costa, con mesas en todos los puertos del mundo, haya salido de las manos chilenas de Alfonso Leng, en tierno juego de "niños grandes": niños que entienden que el juguete más noble es el Mar y el camarada superior a ese que nombramos Hermano en afecto y en servicio de Mar-Humanidad

Pór Andrés Sabella

Extraído de:
http://www.memoriachilena.cl/archivos2/pdfs/MC0047137.pdf

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