domingo, 11 de septiembre de 2011

Semillas!!


Hoy plantaremos semillas
por amor a nuestros hijos.
Qué no nazcan sin cobijos
sin flores de maravillas.
Cosecharán las gavillas
del nutricio cereal
habitando un Chile ideal
tantas veces proclamado,
soñado, augurado, llamado
de educación estatal.

C. CH.

jueves, 8 de septiembre de 2011

Recuerdos de infancia: Tren al sur!



Corría el año 1989. Un verano como tantos otros veranos en Santiago. Calor, calor y más calor. El cemento hervía. El sol pegaba chicotazos en la piel, y yo era un carboncito morocho con nariz despellejada. Recuerdo las muchas maletas que llevábamos y lo engorroso que fue llegar con todo a la Estación Central: cascos de plástico, azules y blancos con el logo de CHACANA HERMANOS LTDA., impermeables amarillo fosforescente, botas de agua, parcas, chalecos, frazadas, entre otros cachivaches, pero lejos, lo más importante, mi muñeca pepona de pelo rosado y mi hermana que era un poco más chica que mi muñeca. No teníamos auto, así que fue una odisea llegar hasta la estación de trenes con tanto cachureo. Era mi primer viaje de verdad, de esos en que no sabes si volverás o no. Yo estaba feliz, tenía a mis papás, a mi hermana y mis juguetes. Con ellos, habría podido ir a cualquier parte del mundo y estaría bien y feliz.
El tren comienza a andar, con ese ritmo y sonido tan típico de los trenes: talán chucu chú, talán chucuchú… Abro la ventana y saco la cabeza para sentir el aire en la cara. Aún hace calor y queda una pizca de sol. Todo se pone color naranja.
Para hacer el viaje un poco más corto, pasan una película: Algo muy parecido a “la Guerra de las galaxias”, pero en vez de Han Solo, Obi wan Kenobi, la princesa Leia y Luke Sky Waker, aparecen esos osos cafés con cara de perro pequinés, “e-wok” creo que se llamaban. No me acuerdo de más porque la historia se cortó a la mitad, la cinta se había arrugado y enrredado, así que cooperamos con el video. (Eran los tiempos del VHS, del casette y del personal estereo, tb de los PRISIONEROS y de su famoso tema “tren al sur”, no por nada es la canción que más quiero de ellos)
Recuerdo que en la noche intenté dormir en el salón cama con mi mamá y mi hermana, pero se me hizo imposible por el “talán chucu chú, talán chucu chú”, así que regresé al bagón de los asientos y me dormí al lado de mí padre. Según yo sentado se sentía menos el “talán chucu chú”. No sé, pero al menos pude dormir.
Llegamos de madrugada a Puerto Montt. Hacía mucho frío (y mucho sueño también). De repente, en la historia aparece un jeep azul, el jeep del tío Manuel Florencio, y también se mete mi tío, que de tío en realidad no tiene nada porque sólo trabajaba con mi papá en ese tiempo, pero en ese entonces juraba que el tío, como tío, era de la familia.

Cuando por fin llegamos sanos y salvos a nuestro lugar de destino, el pueblito de Cochamó, dí gracias al cielo por no caernos en ese terrible precipicio que había que pasar cada vez que salíamos en el jeep. Recuerdo pedirle a Dios me dejara vivir porque aún me quedaba mucho camino por recorrer. Creo fue la primera vez que sentí la muerte tan cerca y de verdad que le tuve miedo.
Al llegar, lo primero que hice fue ponerme traje de baño y tirarme al lago que estaba justo en frente de la hostal donde alojábamos, pero fue una pésima idea y no lo repetí nunca más en el resto del viaje, todo por culpa de esas molestosas moscas naranjas, peludas y gigantes, los famosos “tábanos”. Por suerte los días siguientes fueron de mucho frío y los “queridos tabanitos” le tenían alergia al viento y las nubes, así que por fin nos dejaron en paz.
Sin embargo uno de los momentos que recuerdo con mayor nitidez y cariño fue el de una fría mañana frente al muelle de Cochamó: En el cielo, nubes negras amenazantes de lluvía, en la tierra, una densa y húmeda neblina, y sobre el lago, alejándose lento muy lento, un pequeño botecito de madera a remos, con personas de amarillo fosforescente que se despedían agitando las manos con alegría. Frente a ellos, a la distancia, una niña de largas trenzas castañas, chaleco con rombos verdes y lilas y botas de agua azul marino, gritaba con todas sus fuerzas: “Chaao Paaaapíiiii. Chaaaoooo. Muuuuchaaaa suerte en el trabajooooo. Chaoo Papiii. Te quiero muchooooooo, Paaaapiiii!!!”

Carolina Chacana
Taller de escritura crítica.