martes, 18 de agosto de 2009

La "Escena de Avanzada"

 La “Escena de Avanzada”: Construcción de una historicidad desde la periferia

Por Carolina Chacana

    Latinoamérica desde sus inicios ha sido pensada y leída por otros; un discurso ajeno, propio de la modernidad occidental europea, ha establecido toda una gramática para leernos. Surge entonces, la necesidad de construir desde dentro nuestra identidad, hacer una “re-escritura” con nuestra propia gramática interpretativa. Para Nelly Richard, la exaltación de una “identidad latinoamericana”  tuvo su máxima exaltación en Chile, en el período de la Unidad Popular, motivada por la ideología de la revolución y del “hombre nuevo.” El golpe de estado de 1973 significó el quiebre de todo el sistema social y cultural hasta entonces logrado, la historia fracasó y se desarticuló, al igual que la organicidad colectiva. Se requería una reinvención, recobrar el sentido y construir una nueva historicidad social. En este espacio emerge la llamada “Escena de Avanzada” -concepto instalado por Nelly Richard en el libro Márgenes e Institución (1986) y reafirmado en sus textos posteriores- un campo no oficial de la producción artística chilena, de visión crítica que buscaba reformular los signos y mecanismos de producción creativa. Artistas visuales, literatos, cineastas y críticos, traspasaron las fronteras entre los géneros, intentando rearticular el discurso artístico en el Chile post-golpe. Su modo de actuar estuvo al margen de las instituciones, no debido a una expulsión, sino a la libre opción de “no querer estar”. Mantienen un discurso propio y consecuente que choca con el discurso institucional (la academia, partidos políticos, universidades). Sus obras postularon a una “espacialidad alternativa a los recintos del arte cercados por la institución, mediante un «arte-situación» que reprocesaba creativamente microterritorios de experiencias cotidianas.”[1] Estas «acciones de arte» se mantienen abiertas e inconclusas, para que sea el espectador quien las complete en sus múltiples significaciones posibles.

     La reflexión de lo latinoamericano en el arte adquiere una nueva potencia crítica con las obras de la “avanzada”. A través del recorte-montaje (collage) y la cita, nos hablan de los procesos de transferencia cultural y  la problemática planteada por la traducción de signos provenientes de otros lados del mundo,  sus diferencias al entrecruzarse en la trama cultural latinoamericana -la discontinuidad de contexto entre el signo original y sus reciclajes locales (entre lo local y lo internacional)-. Procedimientos como la cita, muestran los discursos ajenos como recortes que son reinsertados y resignificados, signos que son sacados de su contexto original de enunciación y puestos en un espacio muchas veces refractario.

     “La cita revierte el mecanismo subordinante de la autoridad cultural: lo que se cita no es una referencia acreditada por el saber universal sino uno de los lugares comunes del lenguaje popular que expresa un mundo sub-local. [De este modo lo popular toma la revancha] a través de una manuscripción que interviene el orden de la jerarquía cultural, y sirve de ejercicio de recuperación para la historia de los postergados” [2]

     Nelly Richard, utiliza el concepto de la “avanzada” para referirse a un grupo de prácticas caracterizadas por su experimentalismo neovanguardista. Sostiene que sus trabajos, a pesar de no estar unidos bajo una determinada unidad de propósitos, vienen a cortar con el pasado artístico chileno, cuyas obras funcionaban, al igual que en todo Latinoamérica, como instrumentos de las clases altas para remitirse a Europa. La pintura chilena se regía por patrones internacionales dictados por la academia, los ideales de representación social del arte europeo según el esquema centro-periferia que más que formar deformaba la modernidad latinoamericana. Bajo ese discurso ajeno de dominación cultural, nuestra identidad expropia lo propio borrando la resistencia local.[3] El arte como réplica europea era una forma de negación de la propia realidad. Por otra parte, si bien hubo un intento de construcción de lo propio (discursos esencialistas) en el gobierno de la Unidad Popular, éste fue totalmente cercenado luego del golpe. Lo que le sigue fue una década de rearticulación cultural; surgen obras con contenido crítico, manifestaciones espontáneas que, a diferencia del arte anterior, van a internalizar los conflictos entre lo propio y lo ajeno que pugnan entre sí como fuerzas de entrechocamiento cultural. El arte experimenta con trabajos que resemantizaron las imágenes del arte internacional al hacerlas entrar en una irónica confrontación con las poéticas latinoamericanas de la miseria y del subdesarrollo con las que desencajaban. Algunas obras, sometían los modelos prestados del arte internacional para devolverlos enteramente transformados por la tensión entre arte, política, modernidad y periferia. Estos temas fueron constatados por Nelly Richard al momento de trabajar como curadora para la Bienal de Paris (1982) y de Sydney (1984). Obras de la “avanzada” entran al circuito internacional con motivo de su participación no oficial en dichos espacios. Para que fueran comprendidas debían disputar y negociar el valor de su diferencia con el sistema de recepción internacional: El juicio anacrónico, la lectura limitante al valor documental y testimonial de su referencia al contexto sociopolítico. El circuito internacional esperaba ver obras-testimonio de un país en dictadura y, en vez de eso, encuentra creaciones que pretendían “subvertir la norma de recepción dominante del discurso internacional y cuestionar su universalidad del valor artístico.”[4] Como ejemplo está la performance a la chilena de Gonzalo Díaz, gestualidad del mozo estampado en la etiqueta de un vino chileno.  La obra “designa como realidad artística los sustratos negados por el arte internacional para, desde esta autosuficiencia del nombrar, invertir paródicamente el gesto de autoridad (metropolitano) que sólo reconoce como original lo que él mismo designa como tal.” [5]

    Si bien las obras latinoamericanas expuestas en museos internacionales quedan descontextualizadas y en cierta medida, pierden su verdadero sentido, es en esos espacios que se evidencian, a través de estrategias discursivas, los traspasos e imitaciones de signos, los préstamos de identidad, las copias de determinaciones de lenguaje, lo parchado y residual; todos elementos que dialogan entre sí revelando esa marginalidad y condición periférica que ha caracterizado a las obras latinoamericanas en el orden de la producción artística internacional. Gracias a acciones como estás, el arte latinoamericano comienza a forjar su propio discurso e historicidad artística, abriéndose un espacio cada vez más respetable en el campo del arte mundial.   

Bibliografía:

 Richard, Nelly. Margins and Institutions, Melbourne, Art&Text. 1987.

 Valdés, Adriana. Meta(le) crítica acerca del libro de Nelly Richard “Una mirada sobre el arte en Chile”, Santiago, 1981, La Separata N° 2, 20 de mayo de 1982)

 



[1] Richard, 1986, p. 17

[2] Richard, 1986, p. 105

[3] Richard, 1986, p. 101

[4] Richard, 1986, p. 109

[5] Richard, 1986, p. 109

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